Todas las clases comienzan y terminan con un saludo formal (reigi) cuyo propósito es contener la experiencia del entrenamiento dentro de los límites de la atención, la confianza y el respeto.

Estos son los ingredientes esenciales para la creación de una atmósfera en el Dojo, donde los practicantes pueden ponerse bajo presión los unos a los otros con seguridad sin permitir que la práctica derive hacia la competitividad o quede fuera de control.

La estructura básica de una clase de Taijutsu (técnica de mano vacía) en Aikido es, generalmente, como sigue:

  • Saludo formal de comienzo
  • Calentamiento
  • Práctica de caídas (ukemi)
  • Práctica de técnicas
  • Saludo formal de terminación


Saludo formal de comienzo

El modo de empezar y terminar las clases es el mismo que se usó por el fundador del Dojo en Iwama:

La primera reverencia es una reverencia al Shomen (cabecera del Dojo donde están la caligrafía y fotos de O Sensei y Morihiro Saito Sensei), así mostramos nuestro respeto a estos grandes maestros que existieron antes que nosotros.

La segunda reverencia es entre el maestro y los estudiantes.

La tercera es entre los estudiantes al comienzo de la primera técnica.

El saludo no debería ser entendido sólo como una muestra de respeto sino como una forma de rebajar el ego. Se comienza el entrenamiento. No hay competición en Aikido y entrenamos con los compañeros y no contra ellos, sin la intención de ser mejores o sentirnos superiores a los demás.



Calentamiento

Consiste en una serie de estiramientos y movimientos cuyo objetivo principal es abrir y liberar el cuerpo (articulaciones, fascia, músculos) conscientemente.



Prácticas de caídas (ukemi)

Es la práctica para superar el miedo a caer y que nos permite descubrir la experiencia de estar centrado dinámicamente aunque físicamente hayamos perdido el equilibrio. Es una habilidad esencial en Aikido como práctica que nos enseña que al perder el equilibrio tendemos a ponernos rígidos inconscientemente. Esto parecería completamente natural al principio, sin embargo, es precisamente en esos momentos que nos enfrentamos contra una fuerza que amenaza nuestro equilibrio, en los que la rigidez inhibe la capacidad para responder apropiadamente. Este patrón aprendido y arraigado de resistencia es el que debemos enfrentar y superar en Aikido.

Esto es lo mismo que cuando aprendemos a surfear una ola. La ola nos parece una amenaza abrumadora. Rigidez y resistencia aseguran un fuerte choque contra el agua. Al trabajar «con» la ola «perdemos» nuestro equilibrio, pero si logramos centrarnos, podemos «cabalgarla» sin resistirnos a ella. Es su poder el que nos lleva hasta la orilla. En Aikido ocurre lo mismo: «recibimos» y «fluimos» tanto con los ataques (como tori) como con las técnicas (como uke) de nuestro compañero, al hacerlo entrenamos la capacidad de permanecer centrados y sin resistencia. La «resistencia» a todos los niveles pierde fuerza con la práctica del Aikido.

El significado concreto del término japonés «ukemi» no es caer, sino más bien «recibir con el cuerpo». Esto implica que al caer no nos resistimos a la pérdida del equilibrio, sino que fluimos y nos ajustamos con el cambio en nuestra relación con el suelo o nuestro compañero, para protegernos a nosotros mismos de forma efectiva. En la práctica de Aikido el «equilibrio» es la clave.



Entrenamiento técnico (Taijutsu)

Constituye el núcleo de cada clase. El formato de del entrenamiento de técnicas es un ritual preestablecido (kata). Este es un formato tradicional japonés por el que se fijan los roles del atacante (uke) y el defensor (tori), y en los niveles básicos de formación, la técnica también se decide de antemano.

Los compañeros de entrenamiento se turnan para ser ambos el que ataca y el que se defiende. Como atacante, uke realiza un ataque a tori para que éste responda y absorba. La energía del ataque se armoniza y se vuelve contra el atacante según la técnica concreta que se esté practicando. Es ahora el momento en que los atacantes practican la no-resistencia (ukemi) mientras fluyen con la resolución de la técnica que puede ser bien una proyección (nage waza) o una inmovilización en el suelo (osae waza).

Por tanto, el entrenamiento basado en el ataque y defensa es una práctica para aprender cómo «surfear las olas» a través de la apertura a la no-resistencia, comprendiendo los ritmos del vacío y del lleno presentes en todos los movimientos y cambios.

El ataque (yang) se absorbe (yin) por el defensor y es devuelto (yang) al atacante, en forma de técnica, quien es absorbido a través de la «recepción» (yin). Lo importante en la defensa o en el ataque es la fusión y la no-resistencia, fluir de ida y vuelta entre el yin (receptivo) y el yang (atacante).

Las técnicas en Aikido no son sólo simplemente «técnicas», en el sentido comúnmente entendido del término, sino que representan y hacen tangible el espíritu que define al Aikido. Cada vez que practicamos una técnica con presencia e intención manteniendo los principios básicos encarnamos el espíritu del Aikido.

La paradoja del entrenamiento consiste en que aprendemos Aikido practicando técnicas, pero el Aikido no está ni restringido ni definido por las técnicas.

Sin embargo, considerar el entrenamiento de «menor» categoría y enfocarse en los principios y filosofía como «superior», sin ser capaz de basarlo en la acción, es un error. Concentrarse sólo en la técnica sin entender los principios también es un error y conduce a una comprensión superficial del Aikido.

Las técnicas son las formas tangibles de los principios del arte y como tal técnicas y principios son inseparables.

El Principio del Equilibrio debe ser un principio que conduzca a la búsqueda del balance entre las técnicas y los principios, no sólo en el Aikido, sino también en la vida diaria.